Vivir el presente con toda la intensidad que seamos capaces es darnos la oportunidad de saborear la vida y gustarla con todos sus matices.
Estar atentos a cada paso que damos y tomar consciencia de nuestras elecciones, de lo que dejamos atrás y de lo que incorporamos, nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos con más libertad y menos miedo a equivocarnos.
Hay momentos en la vida en los que atravesamos situaciones dolorosas, de tristeza, de pérdida, de confusión, de conflicto... que "estamos obligados" a transitar porque no desaparecerán por obviarlas o no prestarles demasiada atención.
El dolor forma parte del camino, de todos los caminos. Pero la manera en que caminamos por estos tiempos más complejos es la que nos lo facilita o por el contrario la que lo hace más dificil.
Una estrategia que podemos emplear cuando atravesamos un momento dificil es la de traer al momento presente un buen recuerdo. No se trata de una fuga, ni de instalarse en el pasado, ni de bordear el problema para no afrontarlo. Al contrario, se trata de descansar momentáneamente en un recuerdo positivo y agradable y darse impulso con este pequeño estímulo. Los buenos recuerdos hacen que nos sintamos arraigados a la vida y hacen aflorar en nosotros el buen humor y la alegría, de manera que son una buena herramienta para levantarnos el ánimo y afrontar las dificultades con una actitud renovada.
Los buenos recuerdos nos llevan a vernos integrados, con todas nuestras capacidades y fortalezas, y esto no es fantasear sino darnos un soporte realista para reiniciar la marcha sabiéndo que podemos caminar por la dificultad teniendo confianza en nosotros mismos, teniendo en cuenta que es importante ser cuidadosos y andar al ritmo que sea sintónico con nuestro proceso.
Por Amparo Navarro