martes, 31 de marzo de 2015

Meditación; práctica de la atención consciente

Sea cual sea tu circunstancia personal, tu edad, tu situación familiar, laboral, etc la vida puede ser apasionante.

Hoy tenemos más posibilidades que nunca de conectar y contactar con cualquier tipo de realidades y de personas que amplían enormemente nuestro horizonte de conocimiento. Hoy llegamos a lugares tremendamente insólitos y originales desde donde estamos comparándolos con otros momentos de la historia de la humanidad.

Nuestra mente asume una cantidad de información y un cúmulo de experiencias extraordinarias. Y es fundamental tomar consciencia de esta realidad actual para no dejarse conducir por la aglomeración y terminar desbordado y desestabilizado.

Nuestra mente es responsable de que podamos crecer, crear, investigar, hacer memoria... y al mismo tiempo también hace que nos sintamos inquietos, ansiosos, estresados, preocupados, atascados... Son dos caras de una misma moneda, que por un lado nos impulsa y por el otro nos frena.

En algunos instantes experimentamos sensaciones de bienestar y calma emocional, de sosiego y de paz personal que nos facilitan disfrutar en profundidad del momento en que vivimos. Esta tranquilidad nos descansa y nos ayuda a recuperar la energía necesaria para nuestro quehacer diario.

¿Cómo podemos acceder de manera voluntaria a este estado calma interior?

¿Cómo podemos incorporar, cuando lo necesitamos, un espacio de paz y de quietud que nos ayuden a recuperar el equilibrio?

La habilidad de aquietar la mente, hacer una pausa y sosegarse requiere de entrenamiento constante. 
No se trata de una destreza exclusiva, ya que todos podemos hacernos expertos en adquirir la pericia de apaciguarnos a través de la meditación.

En primer lugar necesitamos hacer una pausa y detenernos para tomar consciencia de lo que nos pasa y afrontarlo sin juicios negativos y auto exigencias crueles.

El segundo momento necesario es el de pasar a la acción. Sentarnos en un lugar cómodo y erguidos, como si nos estiraran de la cabeza con un hilo hacia arriba suavemente, sin forzarnos, ajustando nuestra postura. Es importante buscar el momento adecuado para que no hayan interrupciones que nos dispersen y perturben este tiempo de meditación.
A partir de aquí lo esencial es respirar profundamente un par de veces y atender al vaivén de nuestra respiración, a sus movimientos y ritmo, atender a como entra y sale el aire de forma coordinada, sin obsesionarnos. Se trata de observar y volver a observar sin más pretensión que esta.

Es probable que lleguen pensamientos y sensaciones corporales que desvían nuestra atención. No juzguemos esto como un impedimento. No vamos a dejar de tener pensamiento o percibir al cuerpo. Forma parte de lo que somos, así es que podemos integrarlo y hacerlo objeto de nuestra observación regresando siempre a la respiración.
Existen decenas de técnicas, de ejercicios y de modelos meditativos que facilitan la práctica. Cada persona necesita buscar la que más se ajuste a sus necesidades y la lleve a ir haciéndose hábil en la atención consciente.

A medida que practiquemos se hará más fácil la técnica, podremos incluso olvidarla para realizar de forma natural y no mecánica los ejercicios. De este modo seremos capaces de encontrar sosiego, tranquilidad y serenidad incluso cuando nos lleguen momentos de estrés y ansiedad.

Amparo Navarro Salvador




miércoles, 25 de marzo de 2015

Los cuatro acuerdos interiores

Hace miles de años, en tiempos precolombinos, los toltecas eran conocidos en México como "hombres y mujeres de conocimiento".

Mucho antes del descubrimiento de América por parte de los españoles, los toltecas organizaron una comunidad de sabios que se encargaba de promover y conservar el conocimiento espiritual de sus antepasados basado esencialmente en cómo vivir la vida para convertirse en una persona plena.

Los cuatro acuerdos son los principios transformadores que conducen al bienestar y equilibrio interior y la base de su sabiduría, que ha llegado hasta nuestros días gracias a una cuidadosa tradición oral.

La creencia en la que se basan los cuatro acuerdos formula que en nuestro interior podemos encontrar lo que necesitamos para entendernos a nosotros mismos y a los demás, y así ser felices. Las influencias externas (sociales, familiares, educacionales) ejercen un impacto tan potente en lo que somos que necesitamos recuperar eso genuino y personal que nos hace ser quienes somos a cada uno, absolutamente únicos.

Esta es la tarea de estos cuatro principios toltecas, reconstruir el sistema de creencias para que nos acerque a encontrarnos con nuestra verdadera identidad y al anhelado equilibrio interior que conduce a la felicidad.

Lograr esta meta es poner en práctica estos "cuatro acuerdos" o dogmas que son;

1. Sé impecable con tus palabras. Las palabras que te dices a ti mismo y que dices a los demás hablan de lo que guardas en tu corazón y lo que esto genera en ti y por tanto en tu entorno. Sé impecable para que lo que provoques sea belleza y amor. No seas germen de rivalidad, provocación, violencia o desamor, procura la bondad.

2. No te tomes nada personalmente. Sentir la necesidad de tener siempre la razón nos lleva a ofendernos y sentirnos atacados por quienes ven el mundo de un modo diferente. Ni los halagos ni las ofensas pueden construirnos de modo equilibrado, así es que el valor de cada ser humano está en la coherencia y honestidad de sus actos.

3. No hagas suposiciones. Las suposiciones conducen al conflicto, porque están a mucha distancia de la verdad del otro y sus sentir profundo. Una comunicación clara y respetuosa con los demás hace que las relaciones se basen en la escucha y la tolerancia, en el aprendizaje y el reconocer la sabiduría del otro. Para hacerse hábil en una comunicación clara es indispensable preguntar y contrastar.

4. Dale al mundo lo mejor de ti. O haz siempre tu máximo esfuerzo para vivir con intensidad y ser profundamente feliz. La generosidad de la entrega nos aporta un goce inigualable. Sólo el que es capaz de devolverle al mundo un poco de lo mucho recibido es consciente de que en su darse ya encuentra la plenitud.

La práctica de estos acuerdos es un reto que supone responsabilidad y constancia y es también la que nos hace ser nosotros mismos, la que nos reconstruye y pone los cimientos de una buena convivencia interior y de relaciones.

Por Amparo Navarro Salvador



jueves, 19 de marzo de 2015

Recuerdos para la alegría

Vivir el presente con toda la intensidad que seamos capaces es darnos la oportunidad de saborear la vida y gustarla con todos sus matices.
Estar atentos a cada paso que damos y tomar consciencia de nuestras elecciones, de lo que dejamos atrás y de lo que incorporamos, nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos con más libertad y menos miedo a equivocarnos.

Hay momentos en la vida en los que atravesamos situaciones dolorosas, de tristeza, de pérdida, de confusión, de conflicto... que "estamos obligados" a transitar porque no desaparecerán por obviarlas o no prestarles demasiada atención. 

El dolor forma parte del camino, de todos los caminos. Pero la manera en que caminamos por estos tiempos más complejos es la que nos lo facilita o por el contrario la que lo hace más dificil.

Una estrategia que podemos emplear cuando atravesamos un momento dificil es la de traer al momento presente un buen recuerdo. No se trata de una fuga, ni de instalarse en el pasado, ni de bordear el problema para no afrontarlo. Al contrario, se trata de descansar momentáneamente en un recuerdo positivo y agradable y darse impulso con este pequeño estímulo. Los buenos recuerdos hacen que nos sintamos arraigados a la vida y hacen aflorar en nosotros el buen humor y la alegría, de manera que son una buena herramienta para levantarnos el ánimo y afrontar las dificultades con una actitud renovada.

Los buenos recuerdos nos llevan a vernos integrados, con todas nuestras capacidades y fortalezas, y esto no es fantasear sino darnos un soporte realista para reiniciar la marcha sabiéndo que podemos caminar por la dificultad teniendo confianza en nosotros mismos, teniendo en cuenta que es importante ser cuidadosos y andar al ritmo que sea sintónico con nuestro proceso.

Por Amparo Navarro