domingo, 3 de mayo de 2015

Restaurar lo dañado

Vivimos en un tiempo en que lo que se rompe se cambia por lo nuevo. Hace mucho que perdimos la práctica de restaurar delicadamente aquello que por la circunstancia que fuere se dañó.
De casi todas las cosas hay repuestos. Encontramos bazares en los que hay prácticamente de todo, incluso en la otra punta del mundo podemos adquirir on-line lo que se quedó viejo o pasado.

Compramos incluso hasta lo que no necesitamos simplemente porque "estaba bien de precio" o porque teníamos tres pagando dos. Compramos para recordar "recuerdos", para agasajar "detalles", para influenciar "aquello que el otro desea"... Y en esta vorágine consumista nos estamos dejando transformar llegando incluso a creer que todo se puede adquirir de nuevo si se estropea o se rompe. Incluso nosotros mismos y los otros.

Quizás muchos piensan que ya nada es para siempre. Quizás todo funciona hoy a una velocidad tal que detenerse no es una opción que sopesemos, y por eso no vemos muchos de los pedazos propios o de los que tenemos cerca que van quedando en el camino y que cada vez tienen menos oportunidad de ser reparados.

Pero hoy más que nunca, simplemente porque es hoy, necesitamos recuperar la capacidad tan genuinamente humana de pararnos a valorar los daños e iniciar una labor de artesanos con todo aquello que fue perdiendo su lustre por el uso de los años. Y hoy también necesitamos recuperar la habilidad de acariciar los pedazos ajenos y su dolor. Arrullar sus miembros maltrechos y apesadumbrados para edificar de nuevo y colaborar en la reconstrucción de las maravillas que somos.

Puede que hayamos perdido la práctica pero no la habilidad de hacer con nuestra arcilla un nuevo milagro.


Amparo Navarro Salvador